Hoy voy a recomendar uno de los mejores artículos sobre el desempleo que he leído en los últimos tiempos. Su contenido es muy interesante y el ejemplo de la fiesta galáctica ¡genial!
Dos de las expresiones más escuchadas en los últimos años en nuestro país, son: «vivimos por encima de nuestras posibilidades» y «esto se hunde, no hay nada que hacer».
Y no falta razón en ninguna de ellas ya que son consustanciales al comportamiento cíclico del ser humano y, en efecto, nuestro comportamiento de hace unos años y de hoy en día, las avalan. Sin embargo, el lamento del exceso y la recreación –¿autocompasión?– en la escasez, de poco nos sirven, por procíclicos, para (1) salir de esta y (2) buscar comportamientos más estables en el tiempo.
Hace un par de semanas leía a Javier Marías en El País Semanal hablar de perspectivas temporales, de la necesidad de mirar al pasado y al futuro para tomar conciencia de que el presente no es para siempre.
A mí no me va a pasar
En los años precedentes hemos visto como esta ilusión de inmunidad y de control, ha llevado a mucha gente a disfrutar de un presente hedonista –«carpe diem»– en el que no solo no se destinaba una proporción relevante al ahorro sino que además, se asumían compromisos de crédito, hipotecarios fundamentalmente, a veces muy forzados, que nos han llevado a encontrar el granero vacío en época de carestía.
Hoy, además, es posible que nuestros activos tengan precios inferiores y, para colmo, nuestros ingresos son menores y más inciertos –menos empleo, menos subidas o reducciones de sueldo, más impuestos…-. Al tiempo que las necesidades presentes y futuras no disminuyen, sino que, se acrecentan, como en el caso de la jubilación.
El propio contexto de la crisis nos lleva a justificar comportamientos que en otras situaciones tildaríamos de irracionales e introduce una dosis de pesimismo que bloquea la capacidad de decisión, cuando no nos lleva a «venderlo todo, aunque sea en pérdidas». Hemos pasado del «yo lo puedo todo» al «no puedo nada».
Nos falta un plan
Una buena forma de evitar los excesos –tanto en la abundancia como en la escasez– es, sin duda, recordarnos a cada momento porqué tiene sentido lo que hacemos –ahorrar, hacer ejercicio, aumentar nuestras capacidades intelectuales…-. Es decir, hacer una llamada a nuestras motivaciones y objetivos, que son los que dan sentido a nuestras decisiones. La inversión no es solo cuestión de dinero, lo es de tiempo, de recursos… Estamos dispuestos a esperar, a esforzarnos, a cambio de un retorno.
Con unos objetivos bien planteados, con un horizonte temporal bien definido, conscientes de nuestros recursos y de nuestras restricciones –perfil de riesgo y necesidades de liquidez– y con disciplina en la inversión –evitando valoraciones elevadas, diversificando y ahorrando periódicamente– los excesos no tienen lugar y las contrariedades están previstas.
Cuando se nos ofreció la posibilidad de ser parte de la blogosfera de cincodias.com, una de las decisiones más difíciles que tuvimos que tomar fue la elección del título del blog de Abante. Decidimos: «Eres tú, no tu dinero«. Toda una declaración de intenciones, que nos obliga y en la que creemos firmemente. Tiene que ver con los temas sobre los que queremos conversar en este espacio y que abordaremos desde dos perspectivas distintas, aunque en el fondo, se trate de un mismo problema. En primer lugar, entendemos el dinero como un medio, al servicio de las personas, y no como un fin en sí mismo. El dinero lo ganamos, lo gastamos y cuando decidimos ahorrarlo, lo hacemos para consumir en el futuro. Esto eleva el nivel de responsabilidad que cada uno tenemos, en tanto que somos inversores, sobre nuestra estabilidad financiera presente, pero también sobre nuestro futuro. Este punto de vista, nos obliga a pensar no solo en el excedente disponible para ahorrar en el momento actual –«cuando tenga dinero iré a verte», dicen algunos– sino en las finanzas personales como un todo, en el que hay que considerar lo profesional, lo personal, lo empresarial, lo presente y lo futuro, las inversiones financieras y las no financieras, los ahorros y las deudas, los aspectos fiscales y jurídicos de la gestión de patrimonios, etc… y ello con independencia del dinero que el inversor tenga disponible para invertir. En segundo lugar está la relación entre entidades e inversores en sus múltiples facetas. Hablaremos de la evolución reciente y de la situación actual de la oferta de productos y servicios, y también de las últimas novedades y tendencias en la gestión y distribución de productos y en el asesoramiento financiero, tanto en España como en el mundo. En este sentido, pensamos que en la relación entidad-cliente, la alineación de intereses y la muy olvidada, alineación de plazos son esenciales. Pero para dar ese paso, es absolutamente necesario y soplan vientos de cambio en este sentido, que el cliente gane peso en esa relación, tradicionalmente enfocada en el producto.
Spinoza, en siglo XVII, advirtió que “la duda nace siempre que se estudian las cosas sin orden”. De igual forma, en la relación entidad-cliente y en la planificación y gestión de las finanzas personales se trata, primero, de la persona, de sus necesidades y objetivos, de sus problemas y de sus posibilidades para decidir bien y, después, como respuesta a la pregunta de ¿para qué invierto?, de la adecuada gestión de las inversiones.