La ventaja comparativa

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Ayer explicamos en clase el concepto de «ventaja comparativa», cuya comprensión es mucho más compleja que «la ventaja absoluta».

La mayoría de los libros de bachillerato mantienen la arcaica manía de explicarla muy superficialmente y en uno de los últimos temas (comercio internacional), cuando tiene mucho más sentido explicarla al inicio del temario, con la división del trabajo, la especialización y el comercio (como han hecho desde hace años los manuales de Mankiw, Stiglitz, Bernanke…).

Si Michael Jordan es el mejor jugador de baloncesto del mundo, y también el que mejor corta el césped…

¿debe cortar él mismo su césped?  …

¡Éste es el clásico ejemplo moderno para ilustrar la ventaja competitiva!

La ventaja comparativa explica por qué incluso a la persona más dotada para todas la actividades, le interesa especializarse en lo que comparativamente hace mejor.

Lo que determina la especialización es el coste de oportunidad y no la productividad.

Debéis por tanto estudiar con detenimiento el detallado ejemplo que vimos en clase. Si os cuesta un poco no os preocupéis, el gran economista Paul Samuelson afirmó que es un principio que les cuesta entender incluso a las personas más inteligentes:

En una ocasión, el matemático Stanislaw Ulam desafió al premio Nobel Paul Samuelson a que “mencionara, en todo el ámbito de las ciencias sociales, una proposición que a la vez fuera verdadera y no fuera banal”.
Samuelson necesitó varios años para encontrar la respuesta: la ventaja comparativa. “Su verdad lógica no necesita ser demostrada ante un matemático; el hecho de que no es banal se ve corroborado por los miles de hombres importantes e inteligentes que nunca han podido llegar a la doctrina por sí mismos o comprenderla una vez les había sido explicada.”

El clásico ejemplo de David Ricardo de ventaja comparativa

La fábrica de alfileres

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Ayer vimos en clase lo mucho que ha avanzado la humanidad en muy poco tiempo. Muchas veces olvidamos que hace muy poco tiempo, 160 años….¡Éramos todos muy pobres!

Nuestro primer cómic «Economía en 1/2 hora»

Adam Smith lo explicó magistralmente en «La riqueza de las naciones (1776)»:

¡Si queremos ser más ricos, debemos ser más productivos!

La división del trabajo es clave en el aumento de la productividad.

«Tomemos como ejemplo una manufactura de poca importancia, pero a cuya división del trabajo se ha hecho muchas veces referencia: la de fabricar alfileres. Un obrero que no  haya sido adiestrado en esa clase de tarea (convertida por virtud de la división del trabajo en un oficio nuevo) y que no esté acostumbrado a manejar la ma­quinaria que en él se utiliza (cuya invención ha derivado, probable­mente, de la división del trabajo), por más que trabaje, apenas po­dría hacer un alfiler al día, y desde luego no podría confeccionar más de veinte. Pero dada la manera como se practica hoy día la fabrica­ción de ‘alfileres, no sólo la fabricación misma constituye un oficio aparte, sino que está dividida en varios ramos, la mayor parte de los cuales también constituyen otros tantos oficios distintos. Un obrero estira el alambre, otro lo endereza, un tercero lo va cortando en tro­zos iguales, un cuarto hace la punta, un quinto obrero está ocupado en limar el extremo donde se va a colocar la cabeza: a su vez la con­fección de la cabeza requiere dos o tres operaciones distintas: fijarla es un trabajo especial, esmaltar los alfileres, otro, y todavía es un oficio distinto colocarlos en el papel. En fin, el importante trabajo de hacer un alfiler queda dividido de esta manera en unas dieci­ocho operaciones distintas, las cuales son desempeñadas en algunas fábricas por otros tantos obreros diferentes, aunque en otras un solo hombre desempeñe a veces dos o tres operaciones. He visto. una pe­queña fábrica de esta especie que no empleaba más que diez obre­ros, donde, por consiguiente, algunos de ellos tenían a su cargo dos o tres operaciones. Pero a pesar de que eran pobres y, -por lo tanto, no estaban bien provistos de la maquinaria debida, podían, cuan­do se esforzaban, hacer entre todos, diariamente, unas doce libras de alfileres. En cada libra había más de cuatro mil alfileres de tamaño mediano. Por consiguiente, estas diez personas podían hacer cada día, en conjunto, más de cuarenta y ocho mil alfileres, cuya cantidad, dividida entre diez, correspondería a cuatro mil ochocientas por per­sona. En cambio si cada uno hubiera trabajado separada e inde­pendientemente, y ninguno hubiera sido adiestrado en esa clase de tarea, es seguro que no hubiera podido hacer veinte, o, tal vez, ni un solo alfiler al día; es decir, seguramente no hubiera podido hacer la doscientas cuarentava parte, tal vez ni la cuatro-mil-ochocientos-ava par­te de lo que son capaces de confeccionar en la actualidad gracias a la división y combinación de las diferentes operaciones en forma conveniente.

Adam Smith explicándoles a Andrea, Basilio y Carlos el principio de división del trabajo

PD: el viernes en el examen de Historia que habéis tenido también «entraba» Adam Smith.

Como me enseñastéis, vuestro libro de Historia, en una de las cuatro líneas que resumía su pensamiento decía «Buscaba el lucro infinito…». ¡Si Adam Smith (que era catedrátido de Filosofía Moral) levantara la cabeza!