Uno de los artículos más leídos en este blog ha sido «La selectividad en Corea del Sur».
El fin de semana me sorprendía este otro artículo en XL Semanal sobre el valor que la sociedad coreana otorga a los docentes.
Corea del Sur: donde los profesores se hacen millonarios
Lo cierto es que en ningún otro país del mundo es fácil hallar profesores cuyos ingresos anuales oscilen entre los dos y los cinco millones de dólares. Contratar un paquete mensual on-line con una de estas estrellas sale por unos 80 dólares. En directo, cada clase ronda los cien dólares y la espera para conseguir una plaza puede durar meses. Además, dan frecuentes conferencias, publican libros y venden vídeos con su propio material.
El estudio siempre ha sido un valor exaltado por la cultura coreana, impregnada de una fuerte influencia confucionista. En los años cincuenta, ni siquiera la guerra entre el norte y el sur pudo paralizar el año escolar. Las clases, donde era necesario, se impartían bajo tiendas de lona improvisadas en medio de las ruinas. La revolución que acabaría por convertir Corea en el campeón mundial de la enseñanza arrancaría apenas una década más tarde, cuando el Gobierno decidió conceder a los profesores los salarios más elevados de todo el funcionariado. Pocos profesionales disfrutan en Corea de tanto prestigio. Pocos, del mismo modo, sufren una fiscalización en su trabajo tan intensa.
Los padres son implacables a la hora de implicarse en la causa de mejorar la calidad de la enseñanza y nunca bajan la guardia en casa. En este sentido, los ordenadores se han convertido en una gran ayuda en los últimos tiempos. Si un estudiante amenaza con abandonar sus clases virtuales antes del final del curso, verá aparecer en la pantalla un inequívoco mensaje enviado por su centro de estudios: «No te desconectes. Tu madre te lo agradecerá».
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